Ana Fabiola Castillejo (55) es una mujer trans que desde 2020 vive y trabaja en Tanti. En el Día de la Visibilidad Trans, conversamos con ella sobre cómo es ser una mujer trans visible en nuestra localidad.
Los últimos rayos del sol de la tarde se asoman tras el relieve imponente de las sierras grandes. Las colinas del barrio Valle Verde, al sur de Tanti, son un palco privilegiado para disfrutar el espectáculo de colores en el cielo y la vista panorámica del lago San Roque y su poblado entorno en el sur de Punilla. En la cima de una de las últimas colinas, de pié frente a su casita, Ana Fabiola Castillejo nos espera. Tiene un vestido verde que hace juego con sus ojos, y una sonrisa dispuesta a compartir un té y una charla sobre un tema del que ella puede contarnos mucho: la visibilidad trans en Tanti.
A los 53 años, gracias al acompañamiento de un terapeuta con el que logró trabajar la represión de su identidad, Ana comenzó identificarse como mujer. A partir de allí pudo recordar y reconocer muchas situaciones que tenía “bloqueadas” y que tenían que ver con situaciones de discriminación y represión que vivió desde pequeña.
Ana nació en Noetinger, en el sudeste de la Provincia de Córdoba, en 1967. Por nacer fruto de una situación de infidelidad entre su padre (casado con otra mujer) y su madre (quien tenía 16 años y era hija de una empleada de su abuelo paterno), a las pocas horas de llegar al mundo, fue llevada a Leones, donde la entregaron a una familia adoptiva. El médico de cabecera de sus padres adoptivos les firmó un certificado que decía que había nacido de un parto natural en el domicilio de la pareja. “Era lo que se acostumbraba en esa época, ocultar los hijos no reconocidos entregándolos en adopción para tapar todo”, comenta.
Hasta hoy, Ana no conoce a su madre biológica. “Es un tema que aún tengo que cerrar”, sostiene.
Una infancia trans
Con el tiempo, Ana pudo recordar algunos episodios de su infancia que ya indicaban cuál era su verdadera identidad. “Recuerdo que para un cumpleaños me regalaron un disfraz de El Zorro, pero yo quería el de la Mujer Maravilla, porque me gustaba jugar a ser ese personaje”, comentó.
Con una madre “muy controladora” y un padre violento, Ana tuvo una infancia y una adolescencia difícil. Ella recuerda el bullying y también situaciones de abuso por parte de sus compañeros de escuela. Cuando tenía 12 años sufrió una violación por parte de un hombre cercano a la familia.
Su refugio fue el patinaje artístico, una vocación que descubrió cuando tenía 10 años y no solo la llevaron a practicar, sino también a competir y enseñar. Sin embargo esa actividad requería “mantener una imagen” y Ana, que sentía atracción por los varones pero que aún se percibía varón, se sintió obligada a tener una novia y otras conductas conforme a lo culturalmente asignado.
A los 15 años Ana y su madre fueron a vivir a Rosario, algo que para ella fue una liberación, aunque aún se vivían los últimos años de la dictadura. “Había que tener mucho cuidado porque si la policía te detenía te podían golpear o violar”, recuerda.
“Si bien sufría acoso de mis compañeros del secundario, sentía una gran liberación de irme a vivir a la ciudad, porque yo podía vivir como yo quería”, explica.
Hablar de su identidad
Recién cuando cumplió 28 años, su madre que estaba enferma y temía que su hijo quedara solo, le contó que era adoptada. Su padre ya no vivía con ellas. “En esa conversación hablamos de mi sexualidad, porque ella no asumía que yo fuera gay. En realidad siempre fui trans, pero la sociedad y mis padres hicieron que mi cerebro se bloqueara y no lo aceptara”, recuerda.
Cuando ella tenía 31 años, su padre murió de una enfermedad terminal. “Mi madre y yo lo cuidamos, y lo perdonamos”, comentó. Su madre moriría 9 años más tarde.
Ser trans en Tanti
Luego de un par de noviazgos largos con hombres, que terminaron en violencia y engaños, el 28 de junio de 2020, en plena pandemia, Ana decidió venir a vivir a Tanti y empezar una vida nueva.
“Estaba en Rosario, allí no se podía trabajar. Tenía una familia amiga en Villa Parque Lago San Roque, y decidí venirme, con 53 años, a empezar de cero”. En ese mismo momento empezó su terapia y tratamiento de hormonas para verse como verdaderamente se sentía, una mujer.
“Yo hacía shows de transformismo, y creía que cuando subía al escenario hacía un personaje, y cuando bajaba volvía a ser yo. Pero después me dí cuenta que me sentía yo misma en el escenario, y el personaje lo hacía cuando bajaba del escenario”, expresa emocionada.
Ana cuenta que, al llegar, Tanti la “adoptó” sin ningún problema. “Tanti me abrió las puertas y encontré gente que me ayudó, gente que me acompañó con el cambio de género, con trabajo, gente que yo sé que si me pasa algo, no estoy sola. Por eso amo Tanti”, explicó. Si bien le habían dicho que era un pueblo conservador, ella sostiene que no lo sintió de esa forma. “Yo logré tener mi documento en Tanti. Aquí no sufrí discriminación en ningún momento”, afirma.
“En Tanti comencé trabajando en la limpieza de una institución educativa. Fue una gran experiencia porque fue mi primer trabajo siendo yo misma y pudiéndome expresar con la juventud e interactuar con ellos. Hoy me cruzo en la calle con jóvenes que me reconocen, y me expresan su afecto. Eso es importante”, agrega.
Visibilidad trans
Si bien afirma que no se sintió discriminada en Tanti, Ana afirma que hace falta trabajar para una mayor visibilidad y que las personas trans se sientan cómodas de transitar el espacio público. “Muchas personas trans optaron por sacar el documento en otro lado, y no asisten a eventos públicos”, explica.
“Una sola vez me crucé con una chica en una tienda, la saludé pero no hablé con ella porque en ese momento yo venía con otro tema en la cabeza. Nunca más la ví”, recuerda Ana, y sostiene que «las chicas trans no se ven por la calle en Tanti».
Al llegar a Tanti, Ana pidió trabajo en la municipalidad por el cupo laboral trans, pero el asunto fue enviado al Concejo Deliberante, que lo rechazó. “Dijeron que acá no se necesita el cupo laboral porque no se discrimina. Pero el cupo no es por una cuestión de discriminación, es una cuestión de visibilizar al género, que estemos en lugares públicos”, afirma. Hoy Ana trabaja en el CCI una dependencia del área de Desarrollo Social del municipio.
Para que haya más visibilidad trans en Tanti, Ana cree que lo principal es la educación sexual y la información sobre lo que es el cambio de género.
Ayudar a otros
Hoy Ana piensa en formar una organización con gente capacitada que quiera ayudar a las personas de la diversidad. “He visto que en Tanti hay muchos chicos con cambio de género, muchos chicos gay, mucho bullying. Entonces quiero trabajar en todo eso”, explica.
También agrega que “asumir todo lo que viví y me pasó me permitió seguir adelante, pero también sentir que hoy puedo ayudar a otras personas. Yo vengo desde Rosario donde está todo muy organizado. Acá en Córdoba no. No se respetan las leyes. Hay muchas cosas todavía que están desencajadas porque falta información”.
Ana afirma que si hay más empatía, más educación, las infancias y adolescencias que se identifican con un género distinto al que les impone la cultura serán más felices y no tendrían que pensar en huir hacia otro lugar para sentirse «libres de ser quienes son».
Excelente está noticia, hace falta más empatía y por ende educación.
Yo tengo la gracia de conocer a Ana. Si la gente supiera la mina que es. !!!! Hay que aprender a respetar a la sexualidad elegida por cada persona, sin discriminar. Contribuir con su felicidad. Reconocerla como se reconoce. No deja de ser menos persona por su inclinación sexual. NADIE ES MÁS QUE OTRO. Aparte no deja de ser un ser humano con sentimientos. Y la discrimacion de cualquier índole afecta mucho. Lamentablemente el los trabajos se buscan un estereotipo de perfil que lo inculcó la sociedad. Bellas 90-60-90 y la capacidad en las labores no tiene nada que ver con un modelo estético. Así que siiii hay que fomentar inclusión a todos ….