Diversidad de Género, diversidad de organizaciones, diversidad de luchas.
por Raul Montenegro (*)
Las revoluciones están formadas por conjuntos de pequeñas revoluciones ocurridas en distintos tiempos, comunidades y países. Los grandes cambios son impulsados no solamente por las revoluciones, pequeñas y grandes, sino también por las diversidades, y el coraje para trabajar con la pluralidad.
El movimiento antinuclear en distintos países ha sido alimentado por estas pluralidades. Diversidad de género. Diversidad de organizaciones. Diversidad de luchas.
Las mujeres fueron y son fundamentales en las luchas ambientales que atraviesan la vida de las sociedades, como la reducción de la biodiversidad, los agronegocios contaminantes y el cambio climático global. Nombres como los de Wangari Maathai de Kenya, premio Nobel de la Paz 2004 y premio Right Livelihood 1984; Jane Goodall del Reino Unido, galardonada con la Medalla Stephen Hawking para la Comunicación Científica; Vandana Shiva de India, y Greta Thunberg de Suecia (ambas galardonadas con el Right Livelihood Award) son quienes rompieron los silencios y abrieron huellas fundamentales.
En la lucha antinuclear existen íconos internacionalmente reconocidos como Karen Silkwood de Estados Unidos, una activista sindical que habría sido asesinada por hacer público el escándalo del plutonio, y Rosalie Bertell, una monja canadiense, que desde lo técnico desnudó las mentiras pseudocientíficas del lobby pronuclear. Su libro “Sin daño inmediato” sigue siendo un faro para las luchas antinucleares. Cuando estábamos organizando la Conferencia Internacional sobre Víctimas de la Radiación en Berlín (1992) y paseábamos cerca de la puerta de Brandenburgo, Rosalie me dijo “las pequeñas dosis de radiación ionizante, que no son inofensivas, terminarán derrumbando los grandes reactores nucleares de potencia”. Su solvencia técnica era temida por los nuclearistas de Europa y América del Norte. Sin importar lo densa que estuviera su agenda de actividades, siempre estaba sonriente y disponible para brindar su asesoramiento a comunidades en lucha.
La historia de Karen y de Rosalie, que incluye a otras mujeres tan llenas de coraje como ellas, reivindicó la importancia de lo técnico y lo comunitario en la lucha. Al mismo tiempo, se fue consolidando la importancia del trabajo conjunto entre activistas, grupos de ciudadanos, investigadores de universidades, activistas religiosos, ONGs, grupos de derechos humanos y personas sin organización que brindaban desinteresadamente su tiempo, y su coraje.
Las movilizaciones multitudinarias siguen siendo el mejor ejemplo de diversidad y pluralidad. El desafío para quienes creen todavía que la lucha antinuclear solo puede ser conducida desde ONGs, o desde asambleas, o desde lo individual, es tener el suficiente coraje para aceptar la diversidad de participantes, todos importantes, y mecanismos innovadores de toma de decisiones.
En Argentina, destaco la labor de dos mujeres antinucleares que se jugaron sin miedo contra la reapertura de la mina de uranio de Sierra Pintada. Me refiero a Beatriz Gómez Carmona y María Graciela Bitar, de San Rafael en Mendoza. La acción judicial donde ellas fueron protagonistas, acompañada por la Multisectorial del Sur y numerosas ONGs y asambleas de Mendoza y otras provincias -entre ellas FUNAM- lograron un éxito fundamental. La Comisión Nacional de Energía Atómica quería iniciar al mismo tiempo la explotación de la mina de uranio, y la remediación del contaminado predio de la mina. Pero gracias a la justicia, y a la confirmación obtenida desde la Corte Suprema, sus intentos mordieron el polvo. Ahora solo se está haciendo, claro que con varios errores y contratiempos, la demorada remediación.
En este día del 8M no solo reivindicamos a las mujeres icónicas en la lucha antinuclear de nivel internacional, y a las dos mujeres que valientemente lucharon contra la mina de uranio de Sierra Pintada.
También queremos mencionar el nombre y país de luchadoras valientes y llenas de coraje que fueron y siguen siendo una pesadilla para la energía nuclear de potencia, que denuncian el irresponsable manejo de los residuos radiactivos de alta actividad, que se oponen al reprocesado de combustible nuclear agotado, buscan el cierre de las minas de uranio y piden el desarme nuclear de armas estratégicas y tácticas. A todas ellas nuestra admiración sin límites, y nuestro acompañamiento.
En Argentina a las mujeres que, desde asambleas, ONGs, cátedras universitarias y muy distintas organizaciones, contribuyeron a que no se instalen reactores nucleares de potencia, no se inicie la explotación de minas de uranio, y alertaron a la población sobre los riesgos y nuevas localizaciones de Dioxitek.
A Libbe HaLevy de Estados Unidos y su “Nuclear Hotseat”. A Cecile Lecomte, “la ardilla”, que desde los árboles desplegó un activismo antinuclear efectivo. A Irmgard Gietl de Alemania, que se opuso a que siguiera operando la planta de reprocesado de Wackersdorf. A Deb Haaland de Estados Unidos. A Paulette Anger de Francia. A Susy Snyder de Sudáfrica. A Chermaine White Face de Estados Unidos, activa defensora de los derechos indígenas. A Motarilvoa Hilda Lini de Vanuatu, donde el océano Pacífico –nombre irónico- sufrió pruebas nucleares coloniales y ahora el aumento del nivel del mar por el cambio del clima. A Susan Boos de Suiza. A Hildegarrd Breiner de Austria. A Solange Fernex de Francia. A Maisie Shiell de Canadá. A Fredda Meissner-Blau de Austria. A Yvonne Margarula de Australia, con quien recibimos en 1998 el Premio por un Futuro Libre de Nuclear en Salzburgo (Austria). A Mathilde Halla.
Y a tantas otras, y otros, que dicen y repiten: “¿Nuclear? No gracias”.
No a las minas de uranio. Todavia en Tanti estamos esperando la remediacion de Los Gigantes….