Esther Villán (47) fue atacada en marzo de 2021 por su pareja, un policía que ya tenía antecedentes de violencia de género. El hombre le gatilló tres veces a la cabeza con su arma reglamentaria.
“Estoy viva para contar lo que pasó ese día”, dice Esther Villán (47) víctima de un intento de femicidio cometido en marzo de 2021 por Cristian Molina, su pareja en ese momento. Molina era un policía con antecedentes de violencia de género que trabajaba en la Unidad Judicial de Carlos Paz, justamente donde las mujeres de Tanti realizan las denuncias por abusos y maltratos.
El hecho ocurrió en el domicilio que Esther y su pareja compartían en la calle Buenos Aires, en el centro de Tanti. Tras una discusión entre ambos, Molina buscó su arma reglamentaria, le apuntó a Esther a la cabeza y gatilló dos veces, pero los disparos no salieron. Luego la tomó del cabello, le puso el arma en el cuello y volvió a gatillar, y esta vez el tiro sí salió. “Estoy convencida de que ese día, en esa habitación, no estaba sola. Dios estaba conmigo”, afirma.
El peor momento de su vida
Esther nació en Misiones, pero desde hace seis años vive en Tanti. Madre de seis hijos, enviudó hace 23 años y vivió un tiempo en Traslasierras. Cheff de profesión, trabajó un tiempo en la ciudad de Concordia, pero no le fue bien, y decidió volver a Córdoba y radicarse en Tanti, donde estaban viviendo algunos de sus hijos. Pero lejos de la tranquilidad, Esther se encontró con el peor momento de su vida.
En 2019, mientras trabajaba en un restaurante que tenía en Carlos Paz junto a sus hijos, conoció a Cristian Molina, un sargento de la Policía oriundo de Cosquín que se desempeñaba en la Unidad Judicial de Carlos Paz haciendo tareas administrativas.
Molina era cliente del restaurante y se hicieron amigos. Luego empezaron a salir, y a fines de 2020 decidieron empezar a vivir juntos, en una casa ubicada en la calle Buenos Aires, en el centro de Tanti. Allí se radicaron la pareja y dos de sus hijos, el hijo varón de Molina, de 14 años, y el hijo menor de Esther, de 12.
En diciembre, Esther alquiló un fondo de comercio y abrió una rotisería sobre la Ruta 28 entre España y la Avenida del Rosario, a metros del Supermercado Galli.
Violencia oculta
Al principio todo funcionó bien, hasta que cuando llevaban un mes de convivencia el comportamiento de Molina empezó a cambiar. Esther cuenta que “empezó a mostrar cómo era realmente, se ponía violento, y se alteraba por cualquier cosa”. La mujer quiso terminar la relación y pedirle que se fuera de la casa, pero el policía le decía que no se iba a ir, y la amenazaba diciéndole que era una persona con peso en la Policía.
Esther casi no conocía gente en Tanti. No tenía a quién recurrir y temía por alguna represalia contra sus hijos. “No le quería contar a mis hijos porque no quería que intervinieran y fuera para peor”, sostiene.
La conducta violenta y controladora de Molina fue en aumento, al punto de que Esther solo podía salir de la casa para ir a la rotisería cuyos ingresos él controlaba.
“Si no sos mía, no vas a ser de nadie”
En marzo de 2021, Esther tenía resuelto irse de la casa. Todo estaba preparado y ella cree que él se dio cuenta. El jueves 25, mientras ambos estaban en la rotisería con los dos niños, Molina comenzó a maltratar al hijo menor de Esther. Una de las hijas de la mujer pasó por el lugar y, al ver la situación, decidió llevarse al niño con ella.
La discusión continuó, y cerca de las 13.15, Esther dijo que cerraría el local para volver a su casa. Cristian Molina subió al auto con su hijo y, cuando Esther hizo lo mismo, el hombre la hizo bajar. “Bajate de mi auto, india de mie***”, le gritó. Esther se bajó y volvió caminando desde Villa Douma hasta el centro, un trayecto de 2 kilómetros, bajo la llovizna que caía esa tarde.
Al llegar a su casa, se encontró con las puertas cerradas con llave. Fue entonces cuando le dijo a su pareja que si no le abría lo denunciaría. El hombre le abrió, pero al ingresar la discusión subió de nivel y comenzaron a cruzar agresiones verbales. “Él insultó a mi madre fallecida y yo le dije cosas hirientes a él”, afirma Esther.
La mujer se fue a su habitación y el hombre la siguió, se le tiró encima y la empezó a ahorcar. “Le dí un rodillazo en la pierna y cayó al piso”, cuenta la mujer. «Me dijo que si no era para él, no sería para nadie», comenta. El hombre fue a la cocina, buscó una taza impresa con una foto de la mujer con su hijo, orinó en ella, y le tiró el orín encima. Luego le tiró la taza por la cabeza.
“Yo estaba en shock, no sabía cómo reaccionar. Él gritaba y yo no reaccionaba. Entonces buscó su arma de arriba de un ropero, me apuntó a la cabeza y gatilló, pero el tiro no salió. Volvió a preparar el arma y gatilló nuevamente, apuntándome a la cabeza, pero el segundo tiro tampoco salió”, detalla. El policía se enfureció, tomó a la mujer del cabello, le puso el arma en el cuello, y disparó.
El tercer tiro salió e hirió a Esther en el cuello, pero afortunadamente no afectó ningún órgano vital. Ella salió de la casa perdiendo sangre y empezó a pedir ayuda, pero nadie respondía. Molina salió por detrás. “Te voy a llevar al doctor”, le dijo. El hombre la subió al auto y comenzó a dar vueltas por el pueblo. “Manejaba rápido, pero no íbamos al dispensario. Yo gritaba pero nadie reaccionaba. Creo que la gente no entendía lo que estaba pasando o no podían hacer nada porque el auto pasaba rápido. Quise tirarme del coche porque creía que él estaba tratando de que yo me muriera desangrada en el auto”, relató.
Mientras iban en el auto, el policía le decía a Esther que no la iba a dejar morir. Ella, en cambio, le decía que lo odiaba. “No te voy a dar el gusto de morirme desangrada” le dijo, y abrió la puerta del auto para tirarse. Finalmente el hombre la dejó en la puerta del dispensario y huyó.
Esther dice que salieron a atenderla y no recuerda más nada. Cuando volvió a estar consciente, había llegado un policía a avisar que ya habían detenido a Molina.
La mujer fue derivada al Hospital Domingo Funes, donde quedó internada hasta el domingo siguiente.
Tiempo después, Esther supo que Molina tenía antecedentes de abusos contra su anterior pareja, y pese a ello trabajaba en una Unidad Judicial, recibiendo las denuncias de violencia de género de otras mujeres. Además era uno de los más de 50 policías condenados por el motín policial de 2013.
Seguir adelante
Tras la detención de Molina, Esther recibió amenazas de la familia del hombre. “Viajaban desde Cosquín para hostigarme. Me amenazaron de muerte y de quemarme la casa. Tuve que cerrar la rotisería, no quería salir de mi vivienda. Caí en una depresión y por el estrés empecé a tener problemas de salud y a perder la vista” relató a InfoTanti.
Luego de que hiciera la denuncia, las amenazas contra Esther se detuvieron, pero ella siguió sufriendo de ataques de pánico.
“Algunas personas me hicieron sentir culpable, durante mucho tiempo. Culpable por meterlo a mi casa, pero yo pensaba que era una buena persona. Hoy me es difícil confiar. Tengo pesadillas y ataques de pánico. Hoy tengo un coágulo en la cabeza por el golpe, y una hernia en el estómago de los nervios”, explica Esther con lágrimas en los ojos.
La mujer relata que salió adelante por sus hijos, pero que tuvo que ponerse “una careta”, para aparentar ser fuerte aunque por dentro se “desplomaba”. Hoy le da pánico cruzarse con un uniformado. “Todos son Cristian”, dice.
Desde la Policía de Córdoba se acercaron a brindarle apoyo, y le ofrecieron tratamiento psicológico. Pero ella prefiere hablar con otras mujeres con las que comparte un grupo que es asistido por el Polo de la Mujer. Dice que ha perdido la confianza en la fuerza policial porque “ellos sabían muy bien quién era Cristian y no hicieron nada”, en referencia a los antecedentes de violencia que el sargento tenía.
Este lunes comienza el juicio y Esther va a declarar. Dice que no tiene miedo, pero que no quiere volver a cruzarse con su verdugo.
Esther cree que, ese día, cuando estaba encerrada con su agresor, no estaba sola, “Dios estuvo ahí conmigo”, afirma, y agrega que se salvó “de milagro”. Dice que hoy está viva para defenderse y decir lo que pasó ese día. No puede borrar de su mente lo que sucedió, el grito, el tiro, y afirma que es difícil volver a hablar de eso, pero quiere que todo termine para poder cerrar esa página de su vida y continuar, “acá o lejos de este lugar, no lo sé”, agrega.
Cree que si hubiera tenido el lugar dónde hablar de lo que le pasaba, quizás las cosas hubieran ocurrido de otra forma. Confía en que se va a hacer justicia y lanza un mensaje a las mujeres que pasan por situaciones similares: “Que no se callen, que no se encierren, que busquen ayuda. Quiero creer que existe la justicia y vivir en paz”, reclamó. “Se que voy a lograrlo, tengo ganas de vivir”.
Comienza el Juicio
El juicio contra Cristian Molina por homicidio en grado de tentativa contra Esther Villán comenzará este lunes 6 de febrero a las 9.30 en el Palacio de Tribunales II, en la Ciudad de Córdoba. Molina llegará a esta instancia privado de la libertad, tras la prisión preventiva ordenada por la fiscal de instrucción de tercer turno de Villa Carlos Paz, Jorgelina Gómez, quien llevó adelante el proceso de instrucción.
La imputación que pesa sobre el detenido es la de homicidio en grado de tentativa, triplemente agravado por el vínculo, por el uso de arma de fuego y por mediar violencia de género. Se espera que el proceso dure cuatro audiencias programadas para los días 6, 7, 8 y 9 de febrero, que se desarrollarán ante los jueces Mario Capdevila, José Pueyrredón y Enrique Berger, integrantes de la Cámara en lo Criminal y Correccional de Primera Nominación.
Para la primera audiencia, se espera que se le tomen los datos al acusado, que se le lea la imputación y que declaren la víctima y otros tres testigos, dos familiares y un comisionado policial. La defensa no ha propuesto testigos para la primera jornada.
La abogada en representación de la víctima, Julieta García Gomez, indicó que desde la defensa de Molina, representada por el abogado Damián Palavecino, no hubo ningún intento de acceder a un juicio abreviado, lo que hubiera implicado la confesión del hecho y una voluntad de reparación a la víctima, a cambio de una condena más leve dentro de la escala penal correspondiente.
En caso de confirmarse la culpabilidad del acusado en los términos de la imputación con la que llega al juicio, Molina podría purgar entre 10 y 25 años de prisión. Se espera que la defensa discuta la intención homicida del acusado, e intente un cambio de carátula por la de lesiones calificadas, un delito con una pena menor a los 3 años, que por lo tanto es excarcelable.
🚨 Si sos víctima o conocés a alguien que sufra violencia de género llamá al 144 las 24 horas. También podés comunicarte con el Polo de la Mujer las 24 horas, 0800 888 9898. |
Ante los reiterados hechos de violencia y que se suceden a diario, la prensa de los medios nacionales se ocupan solamente de algunos puntuales. Idéntica actitud asumen los medios provinciales. Tanti: ausente. Gracias infoTanti por ocuparse de hechos de esta naturaleza que con el crecimiento de la población, aunque el fracasado censo intente tapar el sol, suceden y más a menudo de lo que muchos vecinos ignoran
Un hecho de tantos que lleva a reflexionar acerca de la necesidad de insistir en la conveniencia de instruir a las mujeres menores y a recordar a las mayores acerca de la necesidad vital evitar formalizar relaciones presurosas con hombres cuyos antecedentes desconocen o saben dudosos porque este tipo de sujetos son muy sutiles para enmascarar sus verdaderas personalidades y además por más penas restrictivas de su libertad que reciban (sin considerar los artilugios procesales que les permitan morigerarlas) son sicológicamente cuasi irrecuperables y proclives a repetir sus conductas disvaliosas. Otro párrafo reprochable merecen las instituciones públicas: como un sujeto así puede permanecer en una fuerza con una misión tan delicada como la de guardar el Orden y la Seguridad Públicos (con los antecedentes dichos tendría que haber sido exonerado oportunamente) y encima confiarle tareas de esa entidad y no seguirle en su trayectoria. Lo mismo le cabe a la Justicia cuyos fallos suelen ser tan leves que lo único que generan en los delincuentes es el sentimiento de impunidad. Y de la sociedad muchas veces insolidaria,un párrafo aparte. Mi pregunta es que tendrá que hacer la víctima con un incorregible que en breve lapso es posible recupere su libertad sin el menor atisbo de resocialización? Esperemos el fallo,pero no todo pasa por la responsabilidad judicial, según mi modesta opinión.